domingo, junio 25, 2006

Biobús: pocos lo han descubierto


Testimonio de viaje



Tomamos uno de los buses naranja y dedicamos parte de una mañana a dar vueltas por Concepción y conversar con los pasajeros.

Por Nello Rolleri Veloso.

¿Este es el transporte público de Concepción o estoy soñando?.
Durante una mañana me dediqué a dar vueltas por la ciudad, con el exclusivo objetivo de realizar una evaluación imparcial de este muy anunciado sistema de "integración intermodal", que los penquistas parecen desconocer por completo.
Lo peor fue la partida. En la Estación Intermodal de Padre Hurtado con Freire -justo al frente del supermercado Líder- decidí poner en aprietos a la cajera de EFE preguntándole qué debía hacer para abordar uno de esos relucientes buses naranjas, estacionados allí.
Para mi sorpresa, en vez de explicarme que sólo debía subirme y pagar el pasaje de $350, me preguntó si tenía la tarjeta del Biotrén. Mentí y le dije que no.
-"Ahh... entonces debe comprar una tarjeta y pagar $450. Pero el plástico le cuesta $500, entonces serían $950".
-¿Pero si sólo quiero ir al centro?
-No, entonces no se puede.
Azorado le dije que no pensaba pagar tanto por un viaje tan corto y me fui. Caminé directo hacia el bus, esperando que el chofer no me pidiera la famosa tarjetita.
Para mi alivio, sólo me preguntó ¿a dónde va?. Le dije que al Mall y me invitó "suba no más, son $350".
Entonces comenzó lo que bien podría llamarse una "experiencia de viaje". Después de conocer bien a los taxibuses de Concepción, que se caracterizan por máquinas estrechas e incómodas, donde se viaja agarrado a algún fierro o al asiento para no caerse, me encontré con un bus amplio, limpio, luminoso y hasta alegre con sus colores naranja por todos lados.
El bus avanzó suavemente por el centro de la ciudad, ayudado por una suspensión neumática similar a los buses interprovinciales, que solo sisea un poco, pero que no rebota con cada hoyo.
Tampoco el chofer hace mucho esfuerzo: una caja de cambios automática hace el trabajo pesado de cambiar marchas entre el intenso tráfico de San Martín y los semáforos.
Los choferes de "micro" siempre me parecieron neuróticos y estresados. Ahora lo veo todo tan claro: sólo tienen una caja de cambios manual.

¿Por qué pocos pasajeros?

Los escasos pasajeros del Biobús me hicieron pensar que éste se trata del secreto mejor guardado de alguna agencia gubernamental, más secreta todavía. Los penquistas dan vuelta la vista, igual que cuando pasa una minifalda, para mirar mejor estos buses naranja.
Pero son tímidos, no se suben. En el centro me tocó ver a gente que abordaba con su tarjeta del Biotrén en la mano, creyendo que sólo con ella podrían viajar aquí. Los estudiantes parados en el centro al parecer tampoco leen los letreros que indican que aquí también pueden pagar $100 con su pase.
También vi una señora subirse muy confiada con una boleta de EFE, creyendo que podría viajar gratis.
EFE dice que repartió 10 mil volantes con información, que dicen los horarios y que el Biobús combinado con el Biotrén vale un 25% menos, pero parece que los penquistas no los leyeron.
Una lástima. Ellos se lo pierden.

*Diario El Sur. Miércoles 31 de mayo de 2006.

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