martes, octubre 18, 2005

"Nuevo crédito universitario corrige inequidad del sistema"


Entrevista a José Joaquín Brunner

·El académico estuvo en Concepción invitado por la U. San Sebastián, donde expuso en el Congreso Nacional de Orientadores.

En marzo del próximo año el 60% más pobre de los alumnos de primer año que ingresen a una universidad tradicional, que hayan logrado al menos 475 puntos en la PSU, tendrán la tranquilidad que la totalidad de los costos de matrícula podrán financiarlos con un crédito con aval del Estado.
Adicionalmente, el Estado destinará 20 mil millones de pesos para un fondo de garantías de crédito para estudiantes de universidades privadas, institutos profesionales y centros de formación técnica.
Esta situación significa un gran avance para el sistema de educación superior chilena, que fue comentado por José Joaquín Brunner, quien estuvo en Concepción para participar en el Congreso Nacional de Orientadores que se realizó en la U. San Sebastián.
Brunner es profesor-investigador de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez y director del Programa de Educación de la Fundación Chile. La siguiente es la conversación con EL SUR.

-¿Cuál es su opinión por la ampliación del crédito universitario que anunció el ministro Bitar para el año 2006?.
-Todo sistema de crédito es esencial en un país que cobra por su educación superior y que cobra un monto aproximado al valor real de las carreras, tanto en el sector público y privado. Es esencial la amplitud, la eficacia, la equidad con que se distribuyen los fondos de crédito.
Si uno mira la situación en Chile, ve que partimos de una situación que era insostenible, muy injusta, un crédito que originalmente que sólo beneficiaba a quienes iban a universidades y no a institutos profesionales o centros de formación técnica (CFT) y dentro de ellas, sólo a las universidades del Consejo de Rectores.

-¿Se trata de una situación más justa para los estudiantes?
-Esta situación ha comenzado a ser corregida cada vez con un mayor sentido de efectividad y de equidad y ahora vamos a tener un sistema que cubre a todos los alumnos de más de 200 instituciones, en la medida que se vayan acreditando, lo que me parece lógico si aquí está comprometido recursos del Estado o el aval del Estado, por tanto son dineros públicos que deben tener una garantía de solidez institucional por otro lado.
Eso se logra ya que sólo los alumnos de las instituciones acreditadas van a poder acceder al crédito y que va a cubrir a todos los alumnos que cumplan la condiciones socioeconómicas y de desempeño académico.

-¿Es suficiente lo que está haciendo el país por los jóvenes más pobres?

-La garantía del 100% de crédito a los alumnos que vienen de los tres quintiles de más bajos ingresos, con lo que se cubre en buena medida a jóvenes de sectores populares y también de sectores medios emergentes, que son los que tenían mayor dificultad para acceder al crédito. De manera que me parece que el movimiento general que viene haciendo el país es completamente correcto y que estamos mirando el año 2006 en una condición muy favorable para permitir una ampliación del acceso a la educación superior.

Se partió por las hojas

-¿Es bueno acortar las carreras de pregrado?

-Lo que pasa es que, en realidad, el debate está muy mal planteado, porque hemos partido por las hojas y no hemos mirado el bosque en su conjunto.
El problema de fondo es cómo hacemos en Chile para mejorar la pertinencia y la calidad de la formación superior –en cualquier nivel que se de- en relación a las demandas de las sociedad y la economía.

-¿Están atrasadas las reformas a los currículos profesionales?
-Parece claro que muchas de nuestras oferta educacional no se ha puesto al día en términos de las reales competencias que requiere el mercado laboral, la forma cómo se está organizando el mercado, en términos de mucho mayor flexibilidad e inestabilidad, incluso en las formaciones profesionales y técnicas, de modo que ése es el problema central.
Si uno discute cómo reorganizar curricularmente, va a tener que discutir, como consecuencia de ello, respecto de la duración de las carreras.
Pero esta duración de las carreras, nominal o real de los alumnos, es expresión de la visión y de la filosofía educacional que se adopte.

-¿Pero le parece razonable que una carrera de ingeniería dure en términos reales ocho años y medio en Chile?
-Por supuesto que es excesivo, sobre todo si se tiene en cuenta que las carreras acá tienen un costo efectivo para las familias, más agregado al hecho de que cualquier profesional o técnico sabe que a lo largo de su vida va a tener que volver muchas veces a formarse.
Pero tampoco se puede llegar y cortar, como si fuera, digamos, un producto físico. “Me salió muy larga esta mesa y la voy a cortar por los dos lados”. Hay que repensar la formación del ingeniero en función de las ocupaciones y de las prácticas profesionales que desempeñan.
Además debemos hacer un balance entre cuánta formación básica debiera entregar la educación superior y cuál debiera ser el grado de especialización que requieren los alumnos.
Porque en realidad, especialización posteriores van a continuar adquiriendo de múltiples formas, no sólo en educación formal, sino de la experiencia laboral, cursos de capacitación, programas de postítulo, educación a distancia, eso es lo que está cambiando.
Por eso el debate real debería ser no si acortamos las carreras, sino como las adecuamos a los requerimientos actuales y futuros de la sociedad chilena.

-¿Porqué el primer año en la universidad los profesores se están dedicando cada vez más a nivelar a los estudiantes que llegan de cuarto año medio?
-Eso es completamente razonable en un país que pasa de una educación superior de las minorías, en una masiva, que en términos futuros va a ser universal, es decir, toda persona en algún momento de su vida va a necesitar estudiar en algún tipo de programa o institución llamado educación superior.
Por eso las instituciones se preocupan de alumnos, que viene de un determinado hogar y formación. Lo que pasa es que nuestros programas estaban pensados para alumnos que provenían de un cierto estrato socioeconómico. Eso era válido cuando hace 30 años había uno de cada diez jóvenes que ingresaba a la educación superior, mientras que hoy ingresan dos de cinco, y vamos a llegar a uno de cada dos.

-¿Eso significa que los que llegan a la universidad no son los mismos de siempre?-Eso significa que la base de la educación superior en Chile ha mudado completamente y, efectivamente, hoy llegan muchos jóvenes que tienen una formación inicial precaria.
Hay que pensar que el 70% de los alumnos universitarios son primera generación de sus familias en acceder a la educación superior.
El término nivelación o compensación no me parece bien planteado, sino que las instituciones deben repensar su educación, tomando en cuenta que el punto de partida es relativamente débil, en comparación con los alumnos que venían de hogares de altos ingresos y de mucho patrimonio cultural.

-¿El país se debe poner metas para la formación de doctores?
-En un país con la actual fase de desarrollo, como Chile, el tema de la formación más avanzada, a nivel de doctorados, es importante, porque necesitamos un capital humano de esa naturaleza para ser competitivo tanto en el plano de la ciencia internacionalizada, como de los desarrollos tecnológicos. El país se ha planteado metas y se ha duplicado el número de doctores que gradúa anualmente, lo que pasa es que hablamos de cifras muy pequeñas, hemos pasado de 60 doctores hace cinco años, estamos llegando a casi 150 este año.

-¿Pero no es muy lejos de las metas que se han impuesto países con menos habitantes que Chile, como Singapur, que pretende formar a 500 doctores al año?
-A la gente -ya los científicos también- les gusta pensar en metas cuantitativas, pero eso no es algo que pueda determinar por si solo el Estado o las universidades, sino el propio mercado. Una pregunta importante es porque muchos jóvenes que empiezan su carrera de doctorado, desertan tempranamente. Eso porque han entendido que el mercado laboral no lo está demandando en forma tan fuerte. Si los únicos cargos posibles para un doctor en Chile están dentro de las universidades y no en las empresas, entonces esos sueldos van a estar por debajo de lo que esperan.
Creo que la política debe ser ir aumentando el número de doctores en ciencias, en ingeniería y en tecnología, pero tenemos que ir haciéndolo también mirando las necesidades y las demandas del mercado.

-¿Por qué no metas a nivel de formación de ingenieros, que son aquellos profesionales que generan riqueza?
-Bueno, pero eso depende de las estrategias nacionales de desarrollo. Es muy difícil compararse con Singapur o con Japón, que son países con altos niveles de ingresos, basados en el desarrollo industrial, pero no es el caso de Chile. Nosotros tenemos un desarrollo basado en la exportación de recursos naturales, a los que hemos ido agregando valor, sean forestales, pesqueros o mineros. Eso hace una estructura de demanda de recursos humanos de todo tipo -profesionales y técnicos- completamente distinta de los países que carecen de estos recursos naturales y que su única manera de ser competitivos es la industria manufacturera y, específicamente, la industria "high-tech" (alta tecnología). Entonces, nunca estos modelos externos se pueden llegar y aplicar en Chile.

*Lunes 17 de octubre de 2005. Página 7.

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